Psicología de la envidia: entender una emoción destructiva.


La envidia es un sentimiento destructivo e inútil .Casi todas las formas de envidia nacen de la inseguridad de la persona envidiosa, más que de la personalidad de la envidiada. 


Se diferencia de la admiración porque ésta última implica un sentimiento de afecto y acercamiento hacia la persona, y un intento positivo de conseguir sus logros. Además es fácil que quien siente admiración lo admita, mientras que la envidia implica sentimientos negativos hacia la persona a quien se envidia, es un sentimiento pasivo (no incita a conseguir logros) y es difícil que la persona envidiosa admita que lo es.


Envidiamos preferentemente a los que están más cerca de nosotros: vecinos, colegas, amigos, familiares, es decir, gente corriente en situación de cierta igualdad con nosotros. Por ejemplo: podemos tolerar que un jeque sea millonario, pero nos pone frenéticos que la compañera de trabajo se vaya al Caribe de vacaciones. Podemos aceptar que una pareja de famosos viva un amor maravilloso, pero si lo hace nuestro hermano y nosotros no, nos puede empezar a generar resentimiento y envidia. Es como si, después de establecer una comparación con ellos, concluyéramos que no hemos sabido aprovechar esas mismas oportunidades, que somos peores que ell@s, que tenemos más mala suerte a pesar de merecerlo más... Y es ahí cuando nace un sentimiento insidioso, silencioso y que empieza a generar sensaciones de odio hacia la persona, e incluso de deseos de que fracase...

Cuando una persona siente envidia de forma patológica, suele hacer comentarios manipulativos y desagradables de los demás. Estará constantemente comparándose, y se pasará una importante parte de su tiempo viviendo pendiente de la vida de otras personas e incluso caerá en la práctica de calumniar para intentar sentirse mejor. Con todo ello está tratando de compensar el sentimiento de inseguridad ante los logros de otros con críticas de cosas insignificantes y comentarios hirientes. Vive centrada en las vidas ajenas, buscando fallos, fracasos y errores, para deleitarse comentándolos con otra gente, como si dijese “¿ves?, no es tan perfect@, tiene muchos fallos”. Fallos que, por pequeños que sean, el envidioso necesita buscar, incidir en ellos y recordar una y otra vez, comparándolos con él mismo, pensando: “yo nunca haría eso, yo no me comportaría así, que mala persona es…”.
Para De Mezerville, la cura de este sentimiento es la gratitud, para lo cual los envidiosos deben desarrollar empatía con los demás, aprender a escuchar, tener cuidado al hablar y al compararse con otros y dejar de buscar quejas para tomar esa energía y emplearla en buscar soluciones a sus problemas.
Es necesario que se enfoquen en su propia vida y no en la de los demás, quitar los ojos de encima de las otras personas para buscar serenidad y tener la confianza de estar bien pero sobre todo trabajar para lograrlo”, recalcó la psicóloga. Las personas necesitan estar bien ellas mismas, al margen de lo que hagan los demás, y tener la conciencia de que siempre habrá personas mejores y peores en algo que ellas. Los demás, por su parte, no deben reforzar ese comportamiento, y cuando el envidioso hable mal de alguien deben frenar esos comentarios negativos e ignorarlos, pasando, por ejemplo, a hacer un comentario positivo sobre la otra persona, o disculpando el fallo que se esté comentando, diciendo que éso le puede pasar a cualquiera. Ésto desarma al envidioso, que deberá desisitir en su actitud de crítica.
Algunas veces resulta difícil descubrir al envidios@, porque puede esconderse tras una apariencia amable, acogedora y simpática, o en conductas de excesivo respeto, o excesiva admiración, pero si lo observamos bien, vamos a descubrir que el envidioso se "alegra de los fracasos ajenos" y "sufre con los éxitos ajenos".

Pero haciendo esto desaprovecha tanta energía que no es capaz de alcanzar sus propios objetivos. Es decir, que la energía que gasta con críticas, habladurías y pensamientos negativos hacia l@s demás, la pierde para poder luego centrarse en sus metas. Después se sentirá agotad@ para conseguir buscar objetivos y metas propias. Considera que los demás consiguen las cosas con facilidad y sin esfuerzo, y no es una persona generosa, no ayuda a triunfar a l@s demás, pero si triunfa él/ella, nunca se siente satisfecho... y este sentimiento es muy perjudicial para quien lo siente, más que para la persona envidiada. 

La solución pasa por reconocer y admitir este sentimiento, sin culpas ni autocastigos, si no con valor y sinceridad. Lo siguiente será trabajar para identificar qué se envidia exactamente en los otros: el amor, la salud, el físico, el trabajo, el estilo de vida... Y por último, valorar la posibilidad real de lograr lo que queremos, centrarnos en ello y buscarlo con todas nuestras ganas. En el fondo, la envidia, como el resto de emociones negativas, nos están dando una información muy valiosa y vital, si la sabemos escuchar. En este caso, lo que envidiamos podemos traducirlo como aquellos deseos más intensos y valiosos para nosotros/as, y aprendiendo a conocerlos, solo nos queda ponernos en marcha para ir a por ellos lo antes posible... y tratar de alegrarnos por las personas cercanas que los hayan conseguido.


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