"Hacerse la víctima": cómo abandonar el victimismo

Hay personas que, por unos motivos u otros, han aprendido a ir por la vida sintiéndose  y comportándose como víctimas. Es posible que en un momento dado de su pasado hayan sido realmente víctimas de algún tipo, pero el problema viene cuando se quedan ancladas en ese estado, y lo asumen como una forma de ser y estar en el mundo, como una parte inevitable de su personalidad. También es frecuente que se de en personas que han vivido en un ambiente en el que era frecuente la queja, el autocompadecerse y la crítica a todo lo externo a la familia.

RASGOS DE LA PERSONA VICTIMISTA

- Sienten que todo está en su contra, que todo les sale mal, que todo el mundo les perjudica, y que no hay nada que puedan hacer para evitarlo. Son pensamientos irracionales, pero muy reales para quien los está teniendo. 

- Sus frases preferidas son quejas, del tipo:  “yo soy una pobre víctima”, "todo lo malo me pasa a mí", "todo es culpa de ... (marido, esposa, hijos...)", “los demás nunca me entienden”, “a mí me toca todo lo malo”, “no hay derecho”, “siempre me sucede a mí”, “qué mala suerte tengo”, "no te puedes fiar de nadie", "la vida es un valle de lágrimas"... 

- Suelen expresar o quejas o ataques en lugar de pedir sus necesidades clara y directamente.  Por ejemplo, dirán : "Nunca me escuchas" en lugar de "Por favor, ¿puedes escuchar lo que te voy a decir? Es importante para mí".


- Pretende llamar la atención. Busca protagonismo y quiere ser el centro de atención, transmitiendo pena a través de lamentos y quejas. Le gusta mostrarse como una persona a quien le suceden muchas desgracias e injusticias.

- Exagera lo negativo. Cualquier acontecimiento negativo lo amplifica hasta el punto de que en la mayoría de las ocasiones deforma la realidad. Algún inconveniente o situación  un poco problemática al que otra persona apenas le daría importancia, el victimista lo convierte en el eje de su conversación durante mucho tiempo, quejándose amargamente o enfadándose de manera desmesurada.

- Suele pensar mal de los demás. Con frecuencia considera que están confabulando contra él. Cualquier mínima ofensa la exagera para mostrar que se siente discriminado y que tiene peor suerte que el resto del mundo.

- Desea sentirse protegido por quienes le rodean, algo lícito y positivo, solo que lo hace de manera incorrecta y dañina para los otros, y de forma compulsiva. Para lograrlo, el victimista se muestra débil y desamparado constantemente, haciéndole sentir mal a los demás si no consigue su apoyo y protección. A los demás les da la sensación con frecuencia de estar ante un niño/a indefenso en lugar de un adulto maduro.

- Se presentan ante los demás como una víctima. Buscan dar pena, suscitar compasión, conversar sobre sus desgracias y achaques, y que todos reconozcan que es una persona perseguida por la mala suerte.

- Dedica mucho tiempo y conversaciones a atacar y criticar (normalmente a sus espaldas) a quienes no le dan la razón o no son cómo él desearía que fuesen.


VENTAJAS Y DESVENTAJAS DEL VICTIMISMO

Las ventajas de este tipo de actitud son varias: es una posición cómoda, porque implica que no tiene que esforzarse ni intentar hacer nada para cambiar: las víctimas son pasivas, padecen y sufren pero no reaccionan. También puede ser que la persona victimista encuentre atención y cariño al quejarse, y esto resulte reforzante y agradable para ella. Otra posible ventaja es que los demás buscarán ayudarles o sacarles de su situación, aunque es más que probable que la persona sabotee todo intento de ayudarla, porque supondría sacarla de su rol de víctima.

Por otra parte, las desventajas son más graves. Algunas de ellas son las siguientes: sumerge a la persona en una inactividad insana: no buscan soluciones, no hacen verdaderos intentos por mejorar y salir adelante, si no que se quedan paralizadas quejándose y culpando a todo lo externo de su situación y de sus problemas. Por otra parte, es fácil con estas actitudes caer en estados depresivos y de tristeza, ya que ese inmovilismo provoca que haya pocos o ningún cambio en la vida: ni cambios de trabajo, ni de pareja, ni de lugar de residencia, ni de hábitos, ni de aficiones... es para ellas más fácil soportar las situaciones y sufrir que moverse hacia el cambio, así que su pensamiento se vuelve muy negativo y rígido y pueden caer en estados de tristeza y depresiones. Otro gran problema es que los demás terminan cansándose de las lamentaciones y las quejas de estas personas y de que nunca hagan nada por salir de su rol, alejándose o evitándolas. Un problema añadido es el escaso crecimiento personal que pueden desarrollar estas personas, ya que al culpar siempre al exterior, su capacidad de autocrítica y mejora interior es muy pequeña: como según ellas la culpa es de algo externo, no hay necesidad de plantearse cambios o mejoras internas, ya que el problema está siempre fuera de ellos. También suelen desarrollar sentimientos de envidia hacia las personas más activas, alegres y seguras de sí mismas, ya que les están reflejando cualidades y patrones que ellos mismos desearían secretamente desarrollar y no lo pueden reconocer ni saben cómo hacerlo. Otra desventaja es que tienden a ver el mundo como un lugar amenazante, triste y muy injusto, especialmente con ellos, lo que les genera una visión de la vida, de las personas y del mundo deprimente y amenazadora, con los problemas de pensamientos y emociones negativas que conlleva levantarse cada día y percibir el mundo con esa visión. 


¿CÓMO ABANDONAR EL VICTIMISMO?

Como siempre, el primer paso es plantearse y cuestionarse la propia actitud. Poder darse cuenta de ello sin juzgarse ni hundirse. Simplemente asumiendo que se ha aprendido en algún momento del pasado a actuar así, pero que hoy en día es algo que no se desea mantener más. Todos tenemos derecho a elegir, a cambiar, y a ser dueños de nuestra vida y nunca es tarde para hacerlo. Darse cuenta de algo muy importante: que el exterior apenas se puede cambiar, pero nuestro interior lo gobernamos nosotros a voluntad. Asumir profundamente y con todas sus consecuencias que el cambio sí es posible y que es nuestra responsabilidad. Asumir que solo nosotros/as lo podemos hacer e ilusionarnos con esa tarea, es en sí mismo maravillosamente terapéutico. 

Lo siguiente es hacerlo consciente y empezar a conocer cómo funcionamos respecto al victimismo: reconocer los pensamientos automáticos que nos surgen, ver qué actitudes victimistas estamos teniendo, examinar nuestro lenguaje y comportamiento con los demás... Un buen análisis de lo que deseamos cambiar, hecho en profundidad, honesto y valiente, es un impecable trabajo de autoconocimiento que nos puede cambiar la vida. Hay muchas maneras de hacerlo, y la constancia, honradez consigo mismo/a y ganas de cambiar son requisitos necesarios para el éxito.

Por último deberemos empezar a cambiar las viejas pautas, pensamientos y emociones que en origen causan el problema. Puede llevar un tiempo, pero sin duda mejorará la vida de quien se atreva a dar el paso. En muchas ocasiones es complicado dar el paso o mantenerse en el camino, y para ello a veces es necesario buscar ayuda. Lo importante es, como siempre, dar el primer paso. Lo demás va viniendo por sí mismo. 



"Una chica entró en una ferretería. Junto al mostrador había un perro tumbado que lloriqueaba de vez en cuando. Tras hacer su pedido, ella le preguntó al tendero:
-¿Qué es lo que le pasa al perro, que anda quejándose?
-Nada, que está echado sobre un clavo y le duele al moverse.
-Y ¿por qué no lo suelta usted para que pueda ponerse en otro sitio?
-El perro no tiene correa, señora… – respondió el tendero
-Pero...entonces... ¿por qué no se mueve de ahí?
-Pues yo creo que le molesta lo suficiente como para quejarse, pero no lo necesario como para cambiarse de lugar."

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