Psicología, espiritualidad y resiliencia
¿Hay
relación entre tener inteligencia espiritual, poseer creencias espirituales
firmes y la resiliencia (capacidad de superar e incluso crecer tras crisis vitales, enfermedades o traumas
psicológicos?
Es un
tema apasionante, complejo y rico... En uno de mis Trabajos de Final de Máster
he abordado la resiliencia y la espiritualidad, y me sorprendió la cantidad de
investigaciones al respecto, especialmente en América del Sur, así como
encontrar que hay cada vez más estudios que encuentran relación entre ambos
conceptos. En mi trabajo lo abordé desde el punto de vista de una
espiritualidad individual y autónoma, no necesariamente sujeta a una religión,
sino referida a la capacidad individual de conectar con experiencias
trascendentales, observar y experimentar la vida y las relaciones personales
yendo más allá de lo físico, buscar y preguntarse sobre el significado y
sentido vital... esté o no dentro de una religión concreta.
Os
comparto algunos de los estudios que encontré al respecto, y que concluyen que
la espiritualidad es un factor que puede aumentar la capacidad de las personas
de afrontar eventos traumáticos o crisis, así como en general de ayudar a vivir
la vida de forma que se sienta más significativa, serena y feliz. Lo
interesante es que la inteligencia o capacidad espiritual puede desarrollarse,
aprenderse y madurarse, a través de lecturas, prácticas meditativas, diálogos,
prácticas como el silencio o la atención consciente, desarrollando el pensamiento
filosófico, ético y metafísico... De este modo, encontramos que la
espiritualidad es un recurso útil para mejorar la resiliencia, y además se
trata de una capacidad entrenable, mejorable y susceptible de mejorar
permanentemente.
ESTUDIOS
ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE ESPIRITUALIDAD Y RESILIENCIA
No es
un hecho aislado que, tras un gran trauma emocional, catástrofe o crisis
profunda, muchas personas han encontrado en la espiritualidad consuelo y
refugio para aumentar su capacidad resiliente, para salir adelante y superar el
sufrimiento saliendo fortalecidos de ello.
Podemos
empezar siguiendo a Salgado (2014), quien en sus estudios de revisión
sobre el impacto de la religión, la religiosidad y la espiritualidad como
factores protectores, se han encontrado correlaciones significativamente
positivas entre el desarrollo de la espiritualidad y la medida de recuperación
de enfermedad. También observaron una relación positiva entre el bienestar
espiritual y el ajuste a situaciones de enfermedad, resultados ambos que
apuntan a la espiritualidad como un recurso de afrontamiento de las
enfermedades por parte de las personas que se enfrentan a crisis de salud. De
hecho, en el estudio de Feher y Maly, mencionado en este trabajo de Salgado, se
encontró que para un 91% de las pacientes con cáncer de mama estudiadas, su
fe y creencias espirituales o religiosas les fueron útiles para afrontar la
enfermedad y sostenerse emocionalmente durante la misma. Del mismo modo, se
encontró relación entre el nivel de fortaleza emocional y el bienestar
espiritual en una muestra de personas de la tercera edad, concluyendo que un
nivel elevado de bienestar espiritual es útil para conseguir un buen ajuste
ante los cambios propios de la vejez. Resumiendo, de entre las interesantes conclusiones
de este trabajo, se extrae que la espiritualidad guarda relación con la
resiliencia, siendo una fuente de fortaleza y esperanza, además de ser un
recurso útil de apoyo emocional y social al mejorar la tolerancia frente a las
enfermedades, facilitar la adaptación de las personas y favorecer el
afrontamiento de la discapacidad asociada a las enfermedades crónicas.
En la
misma línea están los resultados de los estudios de Díaz y Jerez (2013)
acerca de la espiritualidad y el cáncer, concluyendo que existe diferencia
entre pacientes que utilizan la espiritualidad como un recurso frente a quienes
no lo hacen. Encontraron en los primeros una mejor calidad de vida, un
afrontamiento mejor de la enfermedad, un mayor sentido de propósito y
trascendencia, y en definitiva una transformación en la vivencia del proceso,
haciéndolo más manejable y atenuando su impacto negativo.
Rodríguez
Fernández (2016) destaca que la espiritualidad es un factor útil
para trascender y superar el sufrimiento, así como para dotarlo de sentido. En
su trabajo, analiza la experiencia de Viktor Frankl en campos de
concentración nazis, como un ejemplo de superación de una situación altamente
traumática a través de la trascendencia y el crecimiento espiritual. En su
análisis destaca una serie de elementos que ayudaron a Frankl a superar y
crecer a través de esa experiencia: la búsqueda de sentido, encontrar un
sentido en el sufrimiento, conectar y ejercer la libertad interior,
desarrollar la vida interior como una manera de aislarse del sufrimiento y
enriquecerse espiritualmente, la soledad consciente como un lugar de encuentro
de la persona consigo misma, desarrollar el poder del amor hacia uno mismo y el
mundo, atención al presente para comprender el sentido de cada momento y vivir
fluyendo en el aquí y ahora, la consciencia de la belleza que nos rodea para
ampliar horizontes del sufrimiento y aportar sentido vital, fomentar la
autotrascendencia para ver más allá del dolor, de uno mismo y del mundo
material, y la aceptación de la vida como es, sin luchar infructuosamente
contra aquello que es imposible de cambiar.
En
otros ámbitos, como el familiar, encontramos también conclusiones en la misma
dirección, como por ejemplo en el estudio realizado por San Martín Barra
(2013) referente a la espiritualidad y la resiliencia en situaciones de crisis
familiares. La autora encontró que la espiritualidad y la resiliencia son
factores que empoderan a la persona y la dotan de mayor facilidad para afrontar
las crisis, poniendo de manifiesto la relación entre espiritualidad y
resiliencia, y la utilidad de la espiritualidad como un recurso efectivo para
afrontar mejor las crisis familiares, tanto durante las mismas, como tras
ellas, destacando su factor sostenedor y protector frente a los impactos que
suponen estas crisis.
Rosas
de León y Labarca Reverol (2016), llevaron a cabo un
estudio acerca de la manera en que la espiritualidad es un factor resiliente
para afrontar la cultura de violencia que viven los jóvenes de una Unidad
Educativa en Maracaibo. En su trabajo, las autoras han dejado constancia de que
la espiritualidad se convierte para aquellos jóvenes que la desarrollan en
un recurso eficaz de afrontamiento de un ambiente sumamente desfavorable y
violento. Han descubierto como la espiritualidad aumenta la resiliencia en los
casos que han estudiado, pero no solo eso, sino que además ésta se convirtió en
un factor que impulsaba a los jóvenes a evolucionar, a resolver los conflictos
de manera más proactiva, a renunciar en mayor medida al uso de la violencia y
a sobrellevar el ambiente violento con una mayor sensación de esperanza y
motivación de cara al futuro.
Canaval,
González y Sánchez (2007), estudiaron la relación entre el grado
de espiritualidad y resiliencia de las mujeres maltratadas y acerca de cómo se
relacionan estas variables, y sus resultados demostraron una relación positiva
y significativa entre ambos factores, concluyendo que espiritualidad y
resiliencia son diferentes, pero están relacionadas.
Resultados
similares encuentra Ros Romero (2017) en su trabajo de análisis de la
implicación de la espiritualidad en la resiliencia de pacientes oncológicos. En
su estudio, concluye que la espiritualidad y la resiliencia correlacionan
positivamente entre sí. Además, descubrió que la espiritualidad correlaciona
también con una mejor calidad de vida, y con una menor intensidad de los
síntomas que se relacionan con el cáncer. El autor afirma que la
resiliencia se ha visto potenciada de manera determinante por la
espiritualidad.
Martínez
Martí (2006), en su estudio científico sobre las fortalezas
trascendentes en el ser humano, destaca que la espiritualidad resulta un
factor importante que influye positivamente en el bienestar personal, en la
atribución de significado, en el propósito y en las relaciones de la persona
con el mundo y con los demás. Asimismo, destaca su importante papel como
guía en la vida, como fuente de evolución personal y como ayuda para superar
momentos complicados.
En
resumen, muchos de los autores mencionados, tras constatar la relación entre
factores, concluyan que la espiritualidad es un recurso o herramienta a
tener en cuenta de cara a mejorar las estrategias de afrontamiento de las
personas, su resiliencia y su bienestar personal. Está claro que el hecho
de tener un desarrollado sentimiento espiritual y trascendente, un sentido de
propósito y de significado, ayuda a las personas a convertir una situación de
crisis o un evento traumático en una ocasión de crecimiento, evitando
reacciones de huida, derrumbamiento emocional o parálisis vital.
Marta Rodríguez Álvarez
Rúa Círculo das Artes, 18
(Esquina Avd. Madrid, 44)
LUGO
Tlf. 633 421 884
marta25@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario