¿Es normal tener recaídas durante la terapia psicológica?

Es una pregunta que se hacen con frecuencia y legitimidad las personas que acuden a cualquier tipo de psicoterapia o que están inmersas en algún trabajo de cambio personal. Estos altibajos ocurren casi siempre al comienzo de las terapias, cuando se llevan pocas sesiones de trabajo. La respuesta es sí, es algo normal. Ocurre en ocasiones (no siempre) y a algunas personas (no a todas), y en principio no debe ser motivo de preocupación o de angustia para el/la paciente o cliente.

Entendemos por recaída o "crisis de ajuste" el hecho de volver a tener conductas, emociones o tendencias problemáticas que estaban presentes antes de comenzar la terapia, y que en algún momento habían empezado a disminuir o incluso aparentemente habían desaparecido. Sin embargo, puntualmente vuelven a surgir y a manifestarse tras ese período de mejoría. Es muy normal entonces sentir fracaso, desesperación, tristeza... porque la persona interpreta que ha vuelto atrás y que su esfuerzo y logros no han valido para nada. Pero es erróneo dejarse llevar por este tipo de creencias, que solo consiguen generar emociones negativas y frustración. En realidad, es una gran señal que ya haya habido cambios positivos, eso quiere decir que realmente el cambio es posible y que tu mente y cuerpo ya saben cómo hacerlo. Ahora se trata de conseguir refinarlo, generalizarlo y mantenerlo en el tiempo. Es más prudente y positivo no alarmarse antes de tiempo, y tener la paciencia para poder valorar, junto con la terapeuta, si es una recaída normal y puntual o pudiera ser algo más serio (una resistencia o bloqueo profundo, una limitación personal hacia el cambio...).

Como en cualquier proceso de cambio en la vida, el proceso psicoterapéutico no tiene por qué ser estable y lineal. Este complejo proceso al principio puede fluctuar entre avances y retrocesos, que son como una vuelta a la zona de confort y seguridad conocida. La mente en ocasiones necesita explorar e irse adaptando a las nuevas conductas o hábitos de manera progresiva, a su ritmo. Va probando las nuevas maneras de actuar y de pensar que se van generando durante la terapia. Y las prueba con cautela, a veces lentamente y asegurándose de que la persona está ya lista para hacer los cambios de manera que no le supongan algo desconcertante, demasiado intenso o amenazante. Las primeras veces, prueba los cambios, y luego vuelve a su zona de confort conocida (al malestar o el problema), a veces para comprobar si las nuevas pautas realmente son mejores que aquellas viejas, y otras veces por simple inercia, por costumbre. Y es una buena forma de actuar. Tu propia mente va cuidando de que los cambios sean asimilables y escalonados para ti, y está haciendo de manera automática los cambios a tu ritmo natural. Otras veces el avance en los temas o emociones tratados en terapia va un paso por delante de lo que la persona está preparada para hacer, y ahí se puede producir también un breve desajuste. 

Tampoco se puede obviar que una recaída puede en algunas ocasiones responder a causas más complejas. Si su causa fuera un bloqueo emocional o una resistencia, la intervención terapéutica deberá ser diferente y la terapia se dirigirá a trabajar con esas limitaciones antes de que los cambios puedan proseguir y consolidarse. En algún caso incluso puede ser necesario cambiar el tipo de terapia, o en última instancia y si el malestar persiste mucho tiempo y el terapeuta no sabe manejarlo, cambiar de terapeuta. Esto sería en todo caso algo que valorarían paciente y terapeuta analizando entre otras cosas la intensidad, la duración, el nivel de malestar y la frecuencia de la/s recaída/s. 

Sin embargo, en la mayoría de los casos las recaídas durante el proceso se solucionan simplemente continuando la terapia con normalidad. Si se necesita, se pueden hacer las sesiones cada menos tiempo mientras dure el malestar. La experiencia terapéutica nos dice que en un par de sesiones la persona suele ser capaz de reajustarse, de adaptarse a los cambios y de ir consolidando las nuevas pautas y hábitos de manera natural. 

¿Y cómo se sabe si la recaída es leve y si la psicoterapia progresa de forma adecuada? 

En general, sabremos que la terapia estará dando buenos resultados si el malestar o el problema desaparecen por completo o si van siendo cada vez menos intensas, más espaciadas en el tiempo y más fáciles de manejar por parte de la persona. Si todo avanza correctamente, cada vez será menos necesaria la intervención y el acompañamiento terapéutico. 
Cada terapeuta deberá evaluar el desajuste, pero como pautas generales, si la recaída dura poco tiempo (2-3 semanas), no es de una intensidad excesiva (la persona la da controlado pese al malestar que causa, y no interfiere en su desempeño laboral, social o familiar), se produce más bien al principio de la terapia, o es más leve que el estado inicial de malestar que la trajo a terapia, podríamos considerar que es normal y forma parte del proceso de cambio y reajuste. Pronto la persona será perfectamente capaz de mantener los cambios sin esfuerzo y podrá espaciar las intervenciones hasta que finalmente deje de necesitarlas.

Sé paciente contigo y con tu proceso y no te rindas.




Marta Rodríguez Álvarez
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